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lunes, 1 de abril de 2013

Inmortalidad & Eternidad: "GUÍA PARA LOGRAR UNA VIDA LARGA, LLENA DE SIGNIFICADO, CREATIVA Y FELIZ"

"GUÍA PARA LOGRAR UNA VIDA LARGA, LLENA DE SIGNIFICADO, CREATIVA Y FELIZ"
Por Manuel López Arrabal*

“Los seres humanos no estamos atrapados en el tiempo, estrujados en el volumen de un cuerpo y la duración de una vida. Realmente somos viajeros en el infinito río de la vida. Eso es lo que Cristo quería enseñarnos cuando dijo Sed en el mundo, pero no de él.”


 PALABRAS DEL AUTOR EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO
Querid@s amig@s:
Recientemente he publicado mi tercer libro gratuito titulado "Inmortalidad & Eternidad", donde por primera vez en mi vida hablo sin tapujos sobre el "trastorno bipolar" que tengo diagnosticado, de las experiencias extremas vividas tanto en el polo de la depresión como en el de la "manía" y, principalmente, como tras 21 años de sufrimientos tanto míos como de mi familia, he logrado alcanzar el equilibrio en mi vida. Sin embargo, esta guía trata de mucho más que mi vida y mis problemas, trata de aclarar el crucial asunto de la inmortalidad del ser humano y de la eternidad en la que se desenvuelve. Este libro, en forma de guía, complementa a la primera que envié en el solsticio de invierno del año pasado y está en medio de las tres que componen la trilogía: "Guías para el siglo XXI", a las que podéis acceder para leerlas o descargarlas en el siguiente blog: www.guiassiglo21.blogspot.com.es. Sin más, os dejo con el prólogo de esta segunda guía que os copio a continuación, donde narro mi experiencia más terrible vivida con 22 años, cuando intenté suicidarme y milagrosamente me salvé, así como mi especial búsqueda de la inmortalidad. Espero que os guste y que os sea de utilidad:
“Los seres humanos no estamos atrapados en el tiempo, estrujados en el volumen de un cuerpo y la duración de una vida. Realmente somos viajeros en el infinito río de la vida. Eso es lo que Cristo quería enseñarnos cuando dijo Sed en el mundo, pero no de él.”
Precioso fragmento para comenzar esta obra, con el que Deepak Chopra nos recuerda que somos Seres inmortales y eternos.

Hubo un tiempo en el que creía que mi vida comenzó en este mundo, que yo era producto de él, que habitaría en él durante un breve periodo de tiempo y que finalmente lo abandonaría sin saber cómo ni cuándo. Entonces no sabía que hacía aquí, ni por qué ni para qué, y aunque supe cuál fue el motivo y punto de partida de mi vida terrenal (el momento aproximado de mi concepción nueve meses antes de mi nacimiento), temía profundamente que hubiese un final definitivo de mi existencia, por mi firme creencia en la inevitabilidad de la..
muerte. Ese temor me llevó muy tempranamente, aproximadamente a la edad de 10 años, a buscar dentro de los libros de la biblioteca de mi barrio la posibilidad de vencer a la muerte. Y aunque internamente presentía que ya existía antes de nacer, mi fuerte temor a desaparecer del mundo físico para ir a “no sé donde” o quizás a ninguna parte, me empujó a profundizar poco a poco en libros sobre el cuerpo humano, las enfermedades (principalmente el cáncer y las enfermedades cardiovasculares) y la longevidad. Incluso llegué a leer un libro, de cuyo título no me acuerdo, que trataba sobre la posibilidad de prolongar la vida mucho más allá de los 100 años, de la criogenización de los cuerpos para resucitarlos cuando la tecnología futura lo permitiera, e incluso de poderse alcanzar algún día la ansiada inmortalidad de los seres humanos. Está claro que mi escasa visión de entonces, limitada por mi corta edad y por los muchos miedos que entonces tenía, me impedía Ser en el mundo, por estar apegado a él.


Al inicio de la primavera del año 1990, concretamente el día 3 de abril de 1990, tomé la difícil decisión de ejecutar mi plan de  abandonar éste mundo mediante la huída de mi cuerpo. Después de padecer durante más de tres meses una terrible depresión nerviosa, me sentía totalmente atrapado en un cuerpo que se movía y me obedecía aún cuando yo no quería estar en él. Fueron momentos de terrible lucha interna, pues por un lado tenía el firme propósito de suicidarme de la forma más rápida y eficaz posible y, por el otro, sentía en mi interior un fuerte instinto de supervivencia que se oponía a la realización del fatal desenlace. Como podréis comprender, estas palabras escritas que brotan de mi Ser son el resultado victorioso de mi instinto de supervivencia en aquella colosal pugna. Cuando en la madrugada del día antes mencionado escapé de mi vivienda familiar, con 22 años de edad, con la intención de no volver nunca más, me dirigí a los montes de Málaga para cumplir con mi propósito de ahorcamiento. Una vez llegué al lugar elegido, busqué un gran árbol. Al igual que hacía cuando era niño, con destreza trepé sobre él. Coloqué la soga alrededor de mi cuello y amarré bien el otro extremo en una robusta y elevada rama. Me situé colgado de ella, solo por las manos, justo debajo del nudo superior. Tras unos terribles segundos de intensa angustia e indecisión y cuando la fuerza de las manos iba cediendo a la fuerza de la gravedad, algo dentro de mí me impulsó a retornar a la seguridad del tronco del árbol y desistir momentáneamente del intento. Tal decisión intensificó mi angustia y desesperación a cotas muy elevadas, tornándose la ansiedad insoportable. Cuando llegó el amanecer, lo volví a intentar de otra manera, pero esta vez no quería fallar. Situé mi coche en una larga recta de una pista forestal que finalizaba en una curva cerrada, con la intención de precipitarme al fondo de un barranco de más de 100 metros de profundidad. Con la mirada puesta en el final de la recta y el corazón a “mil por hora”, metí primera, luego segunda, aceleré a tope y agarré firmemente el volante. Cuando el coche empezó a precipitarse, cerré los ojos. Momentos después, mi cuerpo rodaba por un lado y el coche por otro. Afortunadamente, no era un precipicio, sino un barranco con unos 45 a 50 grados de desnivel. Cuando dejé de rodar, abrí los ojos y vi como el coche llegó destrozado al fondo. No me lo podía creer. ¡Seguía vivo! Al parecer, en la primera vuelta de campana que dio el vehículo, salí despedido hacia el exterior.


Terminé magullado y contusionado por todas partes y con la pierna izquierda dolorida por una fisura en la cabeza del peroné. En el preciso instante en que tomé consciencia de que seguía vivo y que mi voluntad no pudo ejecutar el plan previsto, sentí un gozo y una alegría indescriptible; después de más de tres meses de profunda depresión y oscuridad al fin vi la luz y surgió de nuevo la esperanza. Me di cuenta enseguida de que quién se alegraba del fracaso del intento era realmente mi verdadero Ser. Ese breve instante de felicidad y alegría sería mi punto de referencia para más adelante ayudarme a reconstruir mi vida. Pero duró poco, demasiado poco, pues inmediatamente después, mi ego y mis miedos volvieron a tomar el control de mi mente. Me hundí de nuevo en la desesperación por los repetitivos pensamientos que me acechaban diciéndome que lo intentara de nuevo. Sin embargo, tan solo unos diez minutos después, apareció sorprendentemente un señor a mi lado que enseguida me preguntó si había alguien más dentro del coche. Al responderle que no, me asió con gran fuerza y me pidió que colaborara con él para trepar juntos los 30 a 40 metros pendiente arriba que nos separaban de la pista forestal. Una vez allí, me pidió que no me moviera del sitio porque tenía que marcharse para pedir ayuda. Efectivamente, al poco tiempo llegó una ambulancia que me llevó al hospital. Más tarde, mi madre me informó que el señor que me rescató era un cabrero que estaba por allí cerca. A pesar de mi poca fe en aquellos momentos, llegué a pensar (y aún hoy día lo sigo pensando) que había ocurrido un milagro. El no caer en la cuenta de colocarme el cinturón de seguridad antes de lanzarme barranco abajo, fue determinante. Sin embargo, ¿cómo pude salir casi ileso de tan aparatoso accidente? ¿de dónde salió el señor que me rescató? ¿cómo pudo tirar de mí con tanta fuerza y agilidad por un terreno tan empinado hasta la pista forestal? Poco después, consideré que volvía a nacer de nuevo y que tenía por delante una segunda oportunidad. Oportunidad que, desde luego, iba a aprovechar.


Una vez en casa, me propuse firmemente que por muchas depresiones y por muchos pensamientos de suicidio que tuviese, nunca lo volvería a intentar. Y así ha sido hasta el día de hoy. En los 20 años siguientes he padecido muchas depresiones y me han venido a la cabeza muchas ideas de suicidio, pero he conseguido cumplir mi propósito de permanecer aquí en este mundo junto a tod@s vosotr@s. El qué causó tan dramático acto de mi vida y cómo logré superar las muchas crisis del “trastorno bipolar” que más tarde me diagnosticaron, serán los motivos de un nuevo libro que escribiré en su momento para poder dar luz y esperanza a quienes padecen de algún “desequilibrio temporal de la mente” (así es como a mí me gusta llamar a las “enfermedades mentales”) y a sus familiares.


Como podréis comprender saco a la luz pública todo esto no solo para poder ayudar a los demás, sino principalmente a mí mismo. Sacar a la luz y aceptar cada vez más mi lado oscuro, siempre me ha resultado muy terapéutico. Además, considero que mostrar nuestras sombras (los aspectos que queremos mejorar de nosotros) o el reflejo de las sombras de los demás en nosotros (lo que no nos gusta de nosotros cuando reaccionamos ante el espejo de los demás) es muy necesario si queremos seguir evolucionando. Hace pocos años, puse en práctica el trabajar con mis sombras: primero, reconociendo que las tengo (mostrándomelas y mostrándolas) y luego, aceptándolas e integrándolas en mí para tratar de alcanzar y mantener el equilibrio en todas y entre todas las áreas de mi vida. Está más que demostrado (y todos lo sabemos) que no sirve de nada olvidarse de nuestro lado oscuro, ni reprimirlo y mucho menos enfrentarse a él. Debería ser siempre nuestro mejor aliado. Esto es muy fácil de entender si lo comparamos con la proyección de nuestra sombra cuando nos exponemos a la luz. Por ejemplo, si no queremos vivir siempre en la oscuridad de una casa totalmente cerrada, ¿qué haríamos? Pues, lógicamente, encenderíamos las luces si es de noche o abriríamos las ventanas o saldríamos al exterior si es de día. De esta manera nuestro cuerpo se beneficiaría totalmente de la luz, pero inevitablemente proyectaría una sombra o varias, más o menos grande/s, dependiendo de cómo y por donde nos movamos con respecto a la luz.


No podemos avanzar por la vida sin aceptar nuestra sombra. Aunque la neguemos y no la miremos nunca, siempre estará ahí. Entonces, conviene que aprendamos a convivir con ella, que la tengamos presente siempre (incluso en la oscuridad de la noche cuando no la vemos), que la mostremos a los demás cuando sintamos la necesidad (que hablemos de ella o la expresemos a través del arte) y, finalmente, que la aceptemos plenamente para que junto a la Luz que en esencia somos se convierta en nuestro mejor aliado. Esto no significa que demos rienda suelta a la manifestación de nuestro lado oscuro cuándo éste se quiere expresar en forma de ira, odio, envidia, celos, enfado, etc. Lo que quiero decir es que cuando nos encontremos en estado de calma, dialoguemos con nuestro lado oscuro (podemos llamarle “mi ego que sufre”) para que nos muestre todos sus “rostros”, para que hagamos las paces con él, aprendamos de él, dialoguemos abiertamente con quienes más amamos sobre él y finalmente, le demos las gracias por ayudarnos en nuestro camino personal de evolución. Cuando realizamos todos los pasos anteriores con cada “rostro” del ego sufriente, estamos transmutando toda su energía hacia nuestro lado luminoso, convirtiéndolo en Amor. En esencia, nuestro lado oscuro se nutre principalmente del miedo, siendo el “miedo a …”, el que subyace en todas las manifestaciones de nuestra sombra. No obstante, cuando reconocemos que tenemos muchos miedos y que éstos nos pueden servir de maravilloso trampolín para crecer como personas, podemos recitar el siguiente texto cuando aparezca y reconozcamos algún tipo de miedo:


       “Invoco al miedo que aún hay en mí: tu eres la mejor parte de mí; cuando asciendes a través de mi corazón y te revelas, ya no eres miedo, sino que eres parte de mi Amor; te conviertes en puro Amor. Gracias miedo por convertirte en Amor.”


Por tanto, reconozcamos la naturaleza de nuestra sombra y aceptemos que nos siga por dónde quiera que vayamos, pues de lo contrario (si la reprimimos o rechazamos), seremos nosotros los que inevitablemente le estaremos dando poder y tarde o temprano explotará.

                                                                                     
Y para terminar este prólogo, quiero compartir, aunque sea brevemente, algo sobre mi proceso de búsqueda en relación a la inmortalidad, como consecuencia de mi miedo a lo desconocido tras la muerte.  Como mi experiencia de enfrentamiento a la muerte fue muy traumática, al igual que lo fue mi educación religiosa con la idea del cielo y del infierno y de un Dios vigilante y justiciero que todo lo sabía acerca de mí, decidí investigar sobre qué me esperaba después de la muerte del cuerpo físico. Empecé estudiando un poco, a través de internet, sobre los casos de experiencias cercanas a la muerte que, al parecer, muchas personas de todo el mundo recuerdan tras regresar poco después de una situación de muerte clínica. También estudié, más tarde y con mayor profundidad, diversa literatura budista e hinduista sobre el misterio de la Vida después de la muerte (El libro tibetano de la vida y la muerte de Sogyal Rimpoché, Una vida con significado, una muerte gozosa de Gueshe Kelsang Gyatso y Celebrando la vida, celebrando la muerte de Osho). Más tarde, seguí investigando sobre ello en el bellísimo Baghavad Guita hindú, en diversos textos esotéricos y también a través de la Teosofía. Pero no fue hasta hace un par de años, cuando conocí la Vida y Obra de Jesús de Nazaret a través del Libro de Urantia, que me quedé totalmente en paz en relación a mi búsqueda de explicaciones sobre el por qué y para qué de la muerte del cuerpo físico.


Pero antes de leer todos los libros que acabo de mencionar, me llegó uno muy especial sobre longevidad e inmortalidad que leí varias veces. Si de niño buscaba la posibilidad de la inmortalidad y con 22 años “busqué” la muerte, con unos 35 años de edad de nuevo sentí un gran deseo de vencerla de nuevo, no enfrentándome a ella, sino evitándola o retrasándola al máximo. Este libro que tienes en tus manos no lo sería si Deepak Chopra no hubiese llegado a mi vida en mi segunda etapa de búsqueda de la inmortalidad, hará como unos ocho años atrás. Escuché varias de sus conferencias a través de algunos DVD’s que me motivaron a leer algunos de sus libros. Empecé por el que parecía ser su best-séller más importante: Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo. Precisamente, tras su segunda lectura, extraje las partes que consideré más esenciales de sus casi 500 páginas que componen la obra, para mecanografiarlas y al mismo tiempo integrarlas en mi vida. Este libro-guía que empiezas a leer, en su mayor parte (desde Envejecimiento y consciencia hasta Romper el hechizo de la mortalidad), es fruto del doctor Chopra. Únicamente, el prólogo, la introducción, la parte titulada La Eternidad y el epílogo son fruto de mis recuerdos, conocimientos, intuiciones e inspiraciones. Recibe pues este libro, con la mente y el corazón abiertos al mensaje imperecedero que contiene. Y que lo disfrutes y compartas con Amor.


Manuel López Arrabal (coordinador del Taller de Vida Sencilla del Círculo Sierpes)

Manuel López Arrabal, autor del libro:

LA HUELGA TRANQUILA Un camino para despertar en la Nueva Consciencia

Manuel López Arrabal
Autor del libro:

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